A fin de cuentas
Te escribo estos
versos libres
porque las décimas
son difíciles
y nunca me salieron.
Además,
nadie entiende de
décimas,
Borges ya murió hace
rato
y Drexler le canta al
Guernica de Picasso.
Son para vos,
mujer indiferente,
taciturna,
que con las luces de
las luciérnagas
bailas desnuda por la
casa.
Para que hagamos en
la cama
la revolución que nos
debemos en la calle.
Para que
planifiquemos la espontaneidad
de los vaivenes de la
vida.
Para que huyamos
hacia delante
por caminos distintos
de
esos aburridos y
transitados
que nos llevan a
Roma.
Para que tomemos esos
té de frutilla
que tanto aborrezco,
y escuchemos la
música chilena
que tanto te
desespera.
Porque, a fin de
cuentas,
convivimos por el
miedo a abandonarnos,
y ese miedo es la
expresión del amor
que nunca dejamos de
tenernos.
Somos la efervescencia
de las peleas,
y te quiero, también en
ellas.
A fin de cuentas,
somos lo que hacemos
con lo que queda,
con lo que los demás
hacen de nosotros,
o con lo que el mundo
hizo de nosotros,
o con lo que nosotros
hacemos del mundo.
O, mejor,
somos el mundo, sos
el mundo.
Con tus piernas
largas como el Amazonas,
y el desierto del
Sahara en tu panza,
y lo áspero del Perú
en tu mirada,
y lo suave de la
nieve en tus labios fríos,
y la locura del mar,
eterno e intempestivo,
constante,
insistente, hiriente, inherente.
Somos, a fin de
cuentas,
nosotros, y lo que
digo y escribo,
y las décimas que te
debo porque tengo pereza
de sentarme a
practicar,
y la pereza que tengo
en dejar mi orgullo,
y la pereza que tengo
en hacer la revolución
en la calle
cuando quiero
quedarme contigo en la cama.
Inédito.
Obra:
Diego y Frida 1929-1944
(1944)